December 11, 2019 240 PM
OESTE DE TEXAS — A medida que se ha disparado la producción de petróleo y de gas en el lejano oeste de Texas, también lo han hecho los terremotos, según consta en un nuevo estudio.
El estudio –publicado el mes pasado por la revista de investigación Journal of Geophysical Research: Solid Earth– usó datos sismológicos para monitorizar el número de terremotos en un cúmulo cerca de la ciudad de Pecos. Ese número ha aumentado considerablemente en los últimos años, según han podido descubrir los investigadores, de 19 terremotos en 2009 (la primera señal de una “actividad anómala”) hasta más de 1,600 en 2017.
Los investigadores –incluyendo los de la Universidad de Texas en Austin y los de la Universidad Southern Methodist en Dallas– señalan en su introducción que una falta de datos sismológicos a largo plazo hace que sea difícil atribuir los terremotos a un único factor. Pero se ha visto este incremento junto con el incremento de la producción de petróleo y de gas, “sugiriendo un vínculo causal.”
Las actividades relacionadas con la fracturación hidráulica y la perforación en la Cuenca Pérmica se han doblado con creces a lo largo de la última década, desde alrededor de 500 millones de barriles de petróleo producido al año en 2010 hasta más de mil millones hoy en día. Los investigadores no solo señalan la producción sino también la inyección de aguas residuales (cuando las compañías petrolíferas inyectan aguas residuales procedentes de la fracturación hidráulica en lo más hondo del subsuelo) como posibles culpables.
Heather DeShon, sismóloga en la Universidad Southern Methodist, es coautora del artículo. En una entrevista con The Big Bend Sentinel, atribuyó su interés por el tema a la llegada de terremotos a la zona de Dallas/Fort Worth.
A medida que aumentaban la fracturación hidráulica y la producción de petróleo y de gas alrededor de Dallas, la zona empezó a experimentar terremotos en 2008. Eso fue intrigante, dice DeShon, porque las antiguas fallas debajo de Dallas no han provocado terremotos en 300 millones de años.
DeShon y otros expertos en terremotos teorizan que la perforación y la inyección están alterando las fallas, reactivándolas con olas de presión y de agua y liberando lo que DeShon describe como “energía antigua sobrante.” Investigaciones posteriores parecían confirmar esa hipótesis.
Estos hallazgos ayudaron a impulsar la creación de la Red Sismológica de Texas en 2016, que mide los terremotos en el estado. Operada por la Oficina de Geología Económica, los investigadores como DeShon dependieron de sus datos, así como de los lectores sismológicos en Lajitas, para su estudio en el oeste de Texas.
A pesar de la connotación ominosa que implica “energía antigua sobrante,” DeShon dijo que no necesariamente iban a seguir los terremotos alrededor de Dallas. Investigaciones posteriores sugieren que las líneas de falla se adaptarían a la presión y dejarían de temblar: siempre y cuando la gente dejara de hacer fracturación hidráulica e inyectara aguas residuales en el subsuelo.
“No es un mal hallazgo,” dijo. “En realidad es una noticia bastante buena para la zona de Dallas/Fort Worth.”
La situación en el oeste de Texas es más complicada. Montañosa y localizada cerca de la fisura del Río Bravo, la zona tiene temblores que aparecen de forma natural, incluyendo el terremoto de Marathon en 1995 y el terremoto de Valentine en 1931, que provocó daños generalizados. Sigue siendo el terremoto más intenso jamás registrado en el estado de la estrella solitaria.
Según DeShon, esa realidad hace que sea más difícil para los investigadores separar los terremotos que aparecen de forma natural de aquellos que aparecen inducidos por la industria. También hace que sea más aventurado. Mientras que muchos de los recientes terremotos en el norte de Texas, que es (relativamente) llano, han provocado temblores menores, los científicos de la Tierra todavía no están seguros de cuán graves pueden llegar a ser los terremotos en el oeste de Texas.
Traducción de MIRIAM HALPERN CARDONA