January 22, 2020 328 PM
LEJANO OESTE DE TEXAS – En torno al anochecer del domingo, un avión –seguido poco después por otros dos– aterrizó en el Aeropuerto Municipal Alpine-Casparis, al norte de Alpine. Llevaban en el aire unas tres horas, tirando cebos llenos de una vacuna contra la rabia y cubiertos con una sustancia acre que los trabajadores denominan “pedacitos de harina de pescado.” Forma parte de una operación entre varias agencias –iniciada por primera vez en la década de los 90– en la que cada año las autoridades federales y estatales tiran grandes cantidades de vacunas contra la rabia a lo largo de la frontera entre Texas y México.
Josiah Grindrod, piloto de la compañía Dynamic Aviation, fue el primero en aterrizar. Junto a él había un trabajador del Departamento de Servicios de Sanidad del Estado y otro de los Servicios de Vida Silvestre.
Habían volado hacia el sur, por encima de las Montañas Chinati, y habían descargado aproximadamente 13,000 cebos mediante una cinta transportadora que los lanza por un tubo que se encuentra en el tren de aterrizaje del avión. A medida que desembarcaban los trabajadores, Grindrod sonreía desde la cabina del piloto. Su trabajo en Dynamic era “verdaderamente singular,” dijo.
Grindrod realiza un abanico de curiosos trabajos aeronáuticos, incluyendo su trabajo a menudo con el servicio forestal en California para apagar los incendios forestales. Sin embargo, una vez al año su compañía realiza la llamada “todos a una” para que los trabajadores ayuden en las operaciones antirrábicas en el estado de la Estrella Solitaria.
Grindrod disfruta del trabajo que, en este caso, significaba volar sobre lugares remotos y de difícil acceso en los condados de Presidio y de Brewster, que se encuentran a lo largo de la frontera. “Para mí, es toda una diversión,” dijo de la misión del domingo mientras rodeaban el avión los trabajadores del aeropuerto.
La rabia era un problema mayor en Texas. En el Sur de Texas, en la década de los 80, la rabia comenzó a propagarse de los coyotes a los perros domésticos y viceversa, particularmente en los condados de Starr y de Hidalgo. Pronto la cepa se propagó al ganado, los caballos, los gatos, los linces, los mapaches e incluso a la gente.
La situación empeoró tanto que no era raro ver “perros rabiosos en las ciudades,” dijo la Dra. Laura Robinson, funcionaria con sede en Austin que ha dirigido el Programa de Vacunación Oral Antirrábica de Texas (ORVP, por sus siglas en inglés) desde 2013. Murieron dos tejanos y miles más fueron tratados después de ser mordidos. Y debido a que los coyotes viven por todos los Estados Unidos y tienen un gran alcance, la enfermedad se propagaba hacia el norte a un ritmo de casi 50 millas por año.
En la misma época, la rabia propagada por los zorros también empezó a aparecer en las granjas y las ciudades en y alrededor de la Cuenca Pérmica. En 1994, la entonces gobernadora Ann Richards declaró el “estado de emergencia” por la rabia en Texas, marcando el inicio de las iniciativas antirrábicas como la del ORVP.
Antes del año 2009, esas cepas de la rabia básicamente habían desaparecido en Texas. Robinson, la funcionaria sanitaria, considera que su papel ahora es prevenir su reaparición.
“En la sanidad pública, siempre es muy difícil demostrar lo que uno ha prevenido,” dijo. A veces, los mejores resultados son cuando no ha habido resultados.
El ORVP cubre la región fronteriza entera salvo por una pequeña tajada cerca de El Paso donde, según Robinson, la rabia nunca ha sido un gran problema. La operación emplea lanzamientos aéreos por todas partes con la excepción de áreas del Sur de Texas, donde las grandes ciudades y la alta densidad demográfica hacen que sea demasiado difícil tirar vacunas desde los aviones.
“No tendríamos el control para asegurarnos de que no cayeran en el jardín trasero de una persona o en su casa o en su vehículo,” explicó Robinson. “Tenemos que apagar la máquina cuando volamos sobre las casas.” En esos casos, los funcionarios recurren a otros medios como tirar las vacunas desde helicópteros que vuelan a poca altura o simplemente caminar por el desierto y colocarlas allí.
Robinson mostró las operaciones en el aeropuerto de Alpine. Treinta y siete personas –incluyendo algunas del Departamento de Servicios de Sanidad del Estado y la Guardia Estatal de Texas– ayudaban este año con los lanzamientos de vacunas antirrábicas.
Robinson entró dentro de un gran remolque refrigerado donde estaban amontonadas cajas con cebos malolientes. En conjunto, Robinson dijo que este año los funcionarios estaban lanzando más de 1.1 vacunas antirrábicas con un coste de 2 millones de dólares: una gran cifra pero sigue que siendo un descenso en comparación con la de años anteriores. “Ahora hemos llegado al nivel de mantenimiento,” dijo Robinson.
El domingo, Robinson y su equipo acababan de volver de Del Rio, donde el mal tiempo los había atrasado un par de días. No obstante, los cielos en Alpine estaban despejados: unas condiciones de vuelo que Robinson describía como “muy muy afortunadas.” En una entrevista de seguimiento, calculó que acabarían antes del martes.
En el aeropuerto de Alpine, Robinson entró en el centro de mando móvil: un tráiler suministrado y atendido por el Departamento de Agricultura de los EE.UU. Dentro, los trabajadores sanitarios repasaban los diarios de vuelo y hablaban por radio con la gente en la aeronave. Un televisor montado en el techo emitía un partido de fútbol americano sin volumen.
Una pared estaba cubierta de tablas y gráficos, incluyendo un gran mapa de vuelo que mostraba dónde lanzarían las vacunas los trabajadores. El mapa mostraba tres sectores a lo largo de la frontera: uno cerca del Condado de Zapata, otro cerca de Del Rio y otra extensión de terreno en la zona del Big Bend, al sur de Alpine. Había líneas que mostraban las rutas de vuelo e iconos que señalaban los aeropuertos privados y municipales cercanos, incluyendo Lajitas y la Hacienda Cibolo Creek, en el caso de que alguno de los aviones tuviera que hacer un aterrizaje de emergencia.
El virus de la rabia existe prácticamente por todas partes en el mundo, aunque los trabajadores sanitarios internacionales han declarado a unos cuantos países –incluyendo a Nueva Zelanda y Japón– “libres de la rabia.” Cada lugar con rabia tiene distintos animales que actúan como “reservorios” de la enfermedad. En la Costa Este se trata de los mapaches. En el Este de Texas, se trata de las mofetas.
“En realidad, las mofetas son el problema en, probablemente, dos tercios del estado,” dijo Robinson.
Las autoridades probaron un programa piloto para vacunar mofetas cerca de Houston, pero no funcionó. Ella sospecha que los cebos son demasiado grandes para las bocas de las mofetas.
En las zonas fronterizas de Texas, normalmente son los caninos como los zorros y los coyotes los que transmiten la enfermedad. Y la región es única por otras razones. La escasa población, junto con una cantidad de vastas reservas naturales en el lado mexicano del Río Bravo, lo que proporciona a los animales muchos lugares para esconderse. “Hay mucho terreno al sur donde no hay mucha vigilancia de la rabia en la vida silvestre,” dijo Robinson.
Aquí, las autoridades centran gran parte de sus esfuerzos en establecer una “zona fronteriza de mantenimiento”: una barrera a lo largo de la frontera que impide que la enfermedad se propague hacia el norte, a Texas y más allá del estado.
De momento, parece funcionar. Las cepas del zorro y del perro doméstico y el coyote fueron consideradas eliminadas alrededor de los años 2009 y 2010. Luego, en 2013, una vaca en la parte central de Texas se vio afectada por una variante, lo que alarmó a los trabajadores sanitarios. Pero, echando la vista atrás siete años, ese caso parece ser atípico.
Robinson ha participado en los lanzamientos de cebo desde el inicio de la iniciativa, en la década de los 90, cuando ella era veterinaria regional para el que entonces era el Departamento de Salud de Texas.
Al preguntarle si el trabajo era gratificante, dijo: “Oh, sí.”
“Es realmente un programa histórico. Creo que hemos sido extremadamente exitosos al poder eliminar estas dos variantes del estado,” dijo. “Se trata de uno de los programas del que tal vez la gente no tenga conocimiento, pero ha sido importante para proteger las vidas de muchos texanos.”
Traducción de MIRIAM HALPERN CARDONA